(GANSOS, RESONANCIAS, LOS LENTES DE BARUCH)
Como “el diligente Palinurus” —el piloto de Eneas— en “su travesía por el mar de Libia” hacia la futura Roma, yo, Jonathan Edax, “no acierto a distinguir el día de la noche”, porque todo gran libro me hace atravesar una tempestad de la que no saldré ileso, de la que no hay retorno; de ahí que también me quede dormido, víctima del dios Somnus, y caiga al mar. Una corriente marina me arrastra a una isla en la que, tras ser asesinado, quedo “insepulto en ignorada arena”. La sepultura sin sosiego. Las voces de Palinuro claman por el descanso “en plácidas moradas”. Desde ahora, yo, Jonathan Edax, clamo ante la imposibilidad de leerlo todo, de escuchar cada una de las voces que habitan el Libro.
The Unquiet Grave es la más rara (y tal vez perdurable) obra de Cyril Connolly. Escrita mientras las bombas alemanas caían sobre Londres en plena Segunda Guerra Mundial, podría definirse como su testamento literario. El autorretrato de un hombre melancólico. Aquí se conjuga su formación en los autores clásicos grecolatinos con su conocimiento de los preceptos de la literatura moderna; esto es, Connolly hizo emigrar el ideal clásico hacia la fragmentación (obra inacabada) de la modernidad… Primera edición de pasta dura en azul; sobrecubierta beige, sin ilustraciones y con letras azuladas.
En la solapa se lee: “The manuscript, which was submitted anonymously to HORIZON, seemed unusual enough to warrant separate publication. The book is set in the new Monotype Ehrhardt and is printed on J. Barchman Green’s hand/made paper, in an edition limited to one thousand copies”.
A modo de resumen:
En el manuscrito que se conserva en University of Oklahoma en Tulsa, el título mecanografiado es The Tomb of Palinurus. Connolly lo cambió una noche antes de que el libro fuera a imprenta. En una carta a Maurice Bowra le confesó que había soñado que la voz del piloto de Eneas le pedía una sepultura definitiva.
Desde Cuba, en 1948 Hemingway le escribió una carta en la que elogiaba The Unquiet Grave: “Nunca te he dicho lo bueno que es este libro. Creo que es de los mejores que he leído en mi vida. Podría asegurar que se convertirá en un clásico (cualquier cosa que eso signifique). Su lectura me hace lamentar que no pasara más tiempo contigo en aquellos años parisinos”.
Diario de un bibliófilo. Enero 22, 2015. Primera nevada de este invierno virginiano. Hoy llegó desde la Armchair Books de Edinburgh la primera edición de The Unquiet Grave. La tarde fue demasiado larga. La espera por el cartero —personaje que para un bibliófilo lo mismo es arcángel que hijo mal nacido— resultó poco menos que angustiosa.
Sí, hoy el cartero se llama Gabriel. El ejemplar que trajo es único. Aparte de estar en buen estado, entre sus páginas alberga un tesoro de memorabilia: una ficha de biblioteca; un pedazo de cartón con apuntes sobre el libro en cuestión; una foto de Connolly pegada en la portadilla con un self-epitaph escrito a pluma: “At Eton with Orwell, at Oxford with Waugh, he was nobody afterwards and nothing before”; recortes de periódicos británicos con varios artículos de y sobre Cyril Connolly.
De los artículos, hay tres que me llaman la atención: el obituario de The Times, del 27 de noviembre de 1974; el homenaje póstumo de Stephen Spender en el mismo medio, del 3 de diciembre; y uno titulado “Living with Lemurs”, donde Connolly cuenta su experiencia de veinte años al lado de esas exóticas mascotas: “After twenty years I have a ring-tailed lemur again: my sixth. I still think them the most delightful of all pets; it is their owner, not the breed, who has deteriorated”.
Connolly siempre recomendaba poner memorabilia dentro de los libros. Algún dueño anterior de este libro era sin dudas consciente de ello. Por cierto, el ejemplar tiene un exlibris que responde a Richard Smart. ¿Será aquel actor de Broadway de los años cuarenta y cincuenta? Quién sabe. La vida de un libro suele entrañar más misterios que la de cualquier hombre. De cualquier modo, ¡Salve, Richard Smart!
Enero 23, 2015. El cartero tocó la puerta para dejar un paquete. “Thank you, Gabe”, le digo. “It doesn’t fit in the mailbox… By the way, I’m Jake, no Gabe!”, me responde y da media vuelta en dirección a su Grumman LLV.
[Pablo de Cuba Soria]
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